Los primeros años de existencia del territorio cristiano aparecen envueltos en la oscuridad, debido a la parquedad de las fuentes que apenas descubren alguno de los interrogantes que surgen de los primeros años del Reino de Asturias y su lucha por la supervivencia.
Tras la conquista de la península por los ejércitos ismaelitas en el 711, aparecen focos de resistencia localizados en la zona cantábrica y en la figura de Pelayo, noble visigodo. Pelayo, refugiado en el monte de Auseba, acaudillará los hostigamientos a las tropas árabes que supondrán el comienzo de la resistencia cristiana. Pero realmente será Alfonso I (737-757), yerno de Pelayo, quien en un intento de organizar los territorios, funde la monarquía como tal, extendiendo el Reino hasta la Cordillera Cantábrica. En tiempos de Alfonso II (791-842) se instala la capital en Oviedo, y es en esta época cuando se descubre el Santo Sepulcro. Ordoño I, en el año 856, repuebla y fortifica León y Astorga. Alfonso III (866-910) será quien traslade la frontera hasta el Duero, repoblando Zamora, siendo el suyo, uno de los grandes reinados de la dinastía astur.
Con la frontera asentada en el Duero, García I (910-914) decide llevar la capital más cerca de la frontera, inaugurando en el año 910 El Reino de León. García I alcanza la parte más oriental del Duero, repoblando las localidades de Gormaz, Berlanga del Duero o San Esteban de Gormaz. A su muerte le sucederá su hermano Ordoño II (914-924), que mantuvo una serie de campañas de cierto éxito contra los musulmanes. Tras la muerte de Ordoño II le sucede su hermano Fruela II que gobierna un año, dejando el Reino en guerra tras su muerte entre los hijos de Ordoño y Fruela.
En el año 931 ocupa el trono Ramiro II (931/932-951), sin duda alguna uno de los gobernantes más destacados del Reino de León. Se le atribuye a Ramiro II un espíritu combativo, que acudiendo a la llamada de auxilio del conde castellano Fernán González, consiguió pacificar la frontera oriental del Duero. En el 934 Abderramán III atacó Castilla arrasando Burgos y el monasterio de Cardeña, Ramiro II volvió a enfrentarse y a derrotar al ejército ismaelita. Consiguió la sumisión del emir de Zaragoza y volvió a derrotar a Abderramán III en Simancas y Alhandega en el 939, favoreciendo, esta victoria, la repoblación de Salamanca, Ledesma, Ribera, Abadenga y otras plazas importantes del Tormes. En política interna pacificó el levantisco condado de Castilla.
Con la muerte de Ramiro II empieza una etapa convulsa y de desconcierto, que llevan al Reino al borde de su existencia. Desórdenes internos, guerras civiles, los ataques normandos, las razzias de Almanzor y las instigaciones de la Corona Navarra van a provocar una situación caótica que llevarán al Reino de León al precipicio.
La llegada al trono de Alfonso V (999-1028), y sobre todo la muerte de Almanzor en 1002, devuelve lentamente la paz al Reino. Durante su reinado se va a promulgar el Fuero de León, en el año 1017, donde se recogerá el ordenamiento de la vida cotidiana de la ciudad. Su sucesor Vermudo III (1028-1037) tuvo que hacer frente al expansionismo de la Corona de Navarra, que se encontraba en su mayor esplendor, fruto de estas discordias son la pérdida del Condado de Castilla y su propia muerte del monarca en la Batalla de Tamarón (1037), en el intento de recuperar dichas tierras. Con la muerte de Vermudo concluye la dinastía asturleonesa, caracterizada por ser un periodo pletórico de querellas internas, rebeliones, luchas por el poder y de predominio sobre el resto de los estados cristianos de la península. Se cierra un periodo y se abre otro que situará a León entre los principales reinos de Europa.
La llegada de la casa Navarra con Fernando I, Rey de León desde el 1037 hasta el 1065, y su sucesor Alfonso VI (1065-1109), supone la consolidación territorial del Reino. La frontera se desplaza desde el Duero al Tajo, con la caída de Toledo en el año 1085, uno de los baluartes musulmanes. Su nieto, Alfonso VII (1126-1157), se proclamará Emperador de todas las Españas, relatado en la Chronica Aldefonsi Imperatoris. A la coronación acudieron arzobispos, magnates, el Conde Barcelona, los condes de Tolosa, de Gascuña y otros condes y señores del mediodía. Con la muerte de Alfonso VII desaparece la idea Imperial y el territorio va a quedar desmembrado nuevamente en los reinos de León y Castilla.
El Reino de León, con Fernando II (1157-1188) y Alfonso IX (1188-1230), se extiende por Extremadura. En Castilla, Sancho III (1157-1158) y Alfonso VIII (1158-1214), hacen lo propio por la Extremadura castellana (Castilla-La Mancha). Alfonso sale victorioso de la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, lo que supone el principio del fin, del mundo musulmán en la península. Con la muerte de Alfonso IX en 1230, los dos reinos quedaron bajo una misma corona, el gobierno de Fernando III. En época de Alfonso X (1252-1284), solo queda el Reino de Granada en manos musulmanas, que pervivirá hasta 1492, año en el que con los Reyes Católicos se da por concluida la ocupación musulmana.